Los vínculos son lazos que se construyen a partir de experiencias compartidas, de relaciones y, como en todo, existen aquellos que son más fuertes y fundacionales. Entre estos, sin dudas, el que se da entre madre e hijo/a asume en uno de los primeros lugares.
Desde la primera infancia la relación primordial se establece y crece día a día. Con el tiempo, el abanico de actividades se diversifica y suma oportunidades para compartir, más allá de las obligaciones y deberes implícitos en cada estadio de la vida.
Por eso, y en esta ocasión especial de celebrar el día de la Madre rescatamos con cuatro testimonios, el fortalecimiento de este vínculo a través del deporte que nos apasiona.
Evangelina Brunelli, María Belén Llobet, Silvia Gabela y Leda Giménez García, como muchas mujeres más, disfrutan de jugar al padel y comparten esta experiencia con sus hijas e, incluso, con el resto de sus familias.
“Jugar junto a Sol (12), que mi «compa» sea mi hija es algo inexplicable, es algo hermoso que siento” comienza Evangelina, que empezó practicar padel después de la pandemia y, actualmente, “ocupa una gran parte en la integración de nuestra vida familiar ya que casi todos los fines de semana estamos anotadas en algún torneo”
Belén, por su parte, comenzó jugando con su esposo y amigos y, a partir de ahí, se fueron sumando sus hijos. “El más grande, Tomas (19) también empezó con clases y juega torneos con mi esposo”, mientras que Victoria (11) y Pedro (9) “inicialmente iban juntos a clases hasta que tuvo ella la iniciativa de invitar a amigas del cole y se armó un grupo de 3 amiguitas que van con la profe Caro”.
Para Leda, que vive en Sevilla desde hace poco más de un año, el padel significa “unión familiar, placer, competitividad sana. Un domingo el plan ideal era ir al club, cada una llevaba sus cosas o pedíamos que hicieran un asado o alguna comida y pasar el día. Llevábamos el mate y el domingo ideal en familia y con amigos era jugar, comer, jugar comer”.
Por su parte, Silvia descubrió este deporte “de grande. Por indicaciones médicas debía hacer alguna actividad, me regalaron una paleta, fui a aprender y de ahí no paré”, jugando torneos y representando a la ciudad de La Plata en varios torneos, “y a mi hija le sucedió algo parecido, así comenzamos en este deporte. Al principio, jugábamos para divertirnos algún viernes con amigos y disfrutar del tercer tiempo donde la pizza y la cerveza, eran religiosos”, agrega Silvia entre risas.
“Yo incentivé a mi hija a este deporte”, dice Leda sobre Agustina ( que vive en Córdoba). “Ella jugaba al tenis y no le fue difícil la integración. Jugamos muchos torneos, ganamos y perdimos. Ahora, además de nuestras cuestiones personales, miramos WPT y hablamos mucho de padel”, y eso rompe la distancia física de vivir a miles de kilómetros de distancia.
Como Leda, Silvia también tiene lejos a su hija Alejandra (vive en La Plata) y, en estas circunstancias, el padel es una actividad que fortalece el vínculo. Así, Silvia comenta que “ha formado un muy lindo grupo, lo hace para divertirse. A veces participo cuando viajo”.
Para Alejandra, “la pasión por el padel nos une y representa un reto jugar juntas. Mi mamá es muy competitiva y yo no tanto, pero me gusta mucho compartirlo con ella”.
Hay, en todas, una coincidencia al practicar padel. “Cuando jugamos disfrutamos muchísimo y, aunque nos competir, también se disfruta el tercer tiempo en dónde te encontrás con amigas que sólo ves en las canchas e hiciste un vínculo hermoso” afirma Evangelina.
Tambíén, para Belén, “más allá de jugar y competir, con amigas hemos hecho un grupo muy lindo y disfrutamos mucho del deporte y del tercer tiempo”.
Leda ratifica “El padel une a la gente y por muchos años. Cuando vine a España no conocía a nadie y hoy casi el 95 por ciento de mis relaciones son a partir de jugar. Este aspecto social es muy importante. Formar grupo, pertenecer y sentirse útil es muy lindo porque cada uno aporta lo suyo”.
Y, Silvia, sostiene en forma concluyente que “el padel es vida. Los amigos, el compañerismo, es impagable. Una vez, un profe me dijo “la paleta me salvó la vida y te la va a seguir salvando”, por es, voy a seguir jugando hasta que pueda”.
El juego y todo lo que rodea a la práctica de este deporte trasciende y pasa de una generación a otra. El padel, parece una vez más, llegó para quedarse y seguir desarrollándose con más ímpetu con las experiencias compartidas y transmitidas.
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